Oración

     Es curioso cómo cambiamos. ¿Qué está bien? ¿Qué está mal? ¿Qué debería hacer? ¿Qué es lo mejor? Sigo mis impulsos y me llevan a donde quiero, y lo que quiero sólo a veces es lo que imaginaba. No sigo mis impulsos y no llego a ninguna parte. Me marchito lentamente. Pero, ¿cuál es el sentido de todo esto? ¿Qué quiero? ¿Cómo sé qué quiero? ¿Me dejo llevar? ¿Trazo un camino? ¿Me tiro de cabeza o me siento a observar los cuerpos inertes del fondo, los malheridos, los triunfadores? Y nadie hay para darme respuestas. El río me arrastra hacia las cataratas. Antes o después caeré y, mientras tanto, mi margen de maniobra es escaso. Las rocas me rozan la piel y me golpean las costillas. Y en cada nueva herida descubro una parte de mí que desconocía. Una parte de mí que trataba de esconder. Y hay tantas partes de mí que pierdo el norte. No sé cuál escoger. Todas van esparciéndose por las aguas, alejándose de mí inexorablemente, volviendo a mí en algún momento extraño. Me recuerdan quién soy. Quién fui. A quién tengo dentro de mí. ¿A quién tengo dentro de mí?

    No soy nadie. Soy yo ahora. Mañana seré otro. Ayer fui diferente. A veces parece que la dirección es hacia adelante. Pero en aquel cruce hay un arbusto extrañamente reconocible. Será que los arbustos ahora saben moverse. Será que lo que ha cambiado es el mundo. No lo sé. De momento dormiré. E incubaré la esperanza de que quien sea que lleve el timón mañana habrá cambiado de opinión. Seré alguien. Seré yo. Ahora y siempre por los siglos de los siglos.

    Amén.

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