Vacías las calles
Hace mucho que no ves vacías las calles. El fresco de la mañana te despeja. El domingo a las ocho la ciudad aún duerme. Te agrada vivir cuando los demás descansan, y descansar cuando los demás viven. Llevar una vida opuesta. Te empeñas en subir hacia abajo porque sabes que se puede, a pesar de que no sirva para nada. Sabes que puede hacerse y quieres demostrárselo a los demás. ¡Mirad! ¡Mirad! ¡Puedo hablar sin abrir la boca! ¡Puedo oler sin respirar! ¡Mirad! ¡Puedo echar a correr sin levantarme de la cama! Te sientes fuera de la línea del tiempo. Te sientes dentro de un cuadro de Sorolla. Un amanecer perpetuo. El aire de la sierra acariciando tu cara por siempre. Y nadie por la calle. Casi nadie. Tan solo un par de viejos paseando al perro y un joven desayunando y leyendo un libro antiguo. Y tú no. Tú eres un espectro. Una ilusión deslizándose sigilosamente tras la barrera de la inconsciencia. Observador. Omnisciente. El olor de sus húmedas profundidades aún perdura en tus